El virus parasita las células de nuestro Sistema Inmunológico (S.I.) -a las que conocemos comúnmente como "glóbulos blancos"-, destruyéndolas o haciendo que dejen de cumplir su función.
Por este motivo, al cabo de unos años, la acción del virus sobre nuestro S.I. hace que éste pierda su eficacia y deje de protegernos contra las infecciones y enfermedades a las que estamos permanentemente expuestos. En ese momento aparecen una serie de signos, síntomas y enfermedades a las que, en conjunto, se les llama Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida o sida. Los desórdenes en el S.I. pueden causar enfermedades. Las enfermedades relacionadas con la inmunodeficiencia ocurren cuando el sistema inmunológico es menos activo de lo normal, dando lugar a infecciones que pueden poner en peligro la vida. La inmunodeficiencia también puede ser el resultado de una enfermedad genética, como la "inmunodeficiencia severa combinada", por ejemplo.
El VIH es un retrovirus. Esto quiere decir que su código genético no está escrito en ADN, como ocurre con la mayor parte de los seres vivos, sino en ARN. Por lo que el virus, para poder reproducirse, necesita convertir ARN en ADN (de modo que la célula infectada pueda "leerlo"), que es justo lo contrario de lo que hacen los virus de ADN y el resto de seres vivos. De ahí viene el nombre de retrovirus, y también el de "antirretroviral" para los fármacos que buscan reducir su actividad o eliminarlo.
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